En torno al 750 a.C. los poblados locales de la costa sudeste de la Península Ibérica empezaron a recibir productos fenicios en grandes cantidades, sobre todo cerámica del tipo engobe rojo y ánforas. Se puede destacar Los Saladares (Alicante), Peña Negra (Alicante), Castellar de Librillos (Murcia), y El Monastil y Sierra de Camara (ambos también en Alicante).
Estos sitios eran de interés para los fenicios, por ejemplo, por participar en la producción de objetos y armas de bronce dentro de los circuitos atlánticos (Peña Negra), o por sus minas de cobre, hierro y galena (Castellar de Librillos).
En Peña Negra, el taller metalúrgico empieza a funcionar en torno al 750 a.C. con la construcción de un edificio rectangular de esquinas redondeadas de 8 x 4,5 m de una única habitación. En su interior se detectan dos estructuras:
-Una base de barro cocida con pesas, que parece ser la base de un telar.
-Un horno circular central de 60 cm de diámetro.
Fuera del edificio, una colina de restos con carbón, escorias, cenizas y más de 400 fragmentos de moldes delatan la función metalúrgica de la construcción. El metal se fundía en el interior, y se ponía en los moldes en el exterior. Se elaboraban herramientas y armas de bronce (espadas de lengua de carpa).
Peña Negra es el punto final de una ruta terrestre del cobre, pero también explotaban minas de la sierra de Crevillente. Sin embargo, a pesar de la producción masiva de objetos de bronce no se han encontrado en las proximidades, por lo que se deduce que se fabricaban para exportación, barajándose dos probables destinos: Sardinia y La Fonteta.
En la novela, se ha ficcionado la localización con el nombre de Rocaoscura.