El Mediterráneo es un mar con más de 3800 km. de ancho desde Tiro, en la costa de Canaán, hasta España, por lo que atravesarlo requería no solo pericia, sino una cuidadosa planificación de los víveres necesarios a embarcar, escalas de avituallamiento y duración de los tramos realizados exclusivamente por alta mar.
Segun Herodoto, una embarcación podría cubrir al día una media de 74 millas, con paradas cada 6 o 7 días. Además, los fenicios debían esperar al final de la primavera y el verano para poder realizar esta travesía. En ese periodo, de clima más templado y mayor número de horas de luz, y que posteriormente los romanos denominaron como Mare Apertum para indicar que el mar se abría a la navegación, había un viento que soplaba de Este a Oeste siguiendo una línea desde Tiro a Chipre hasta Túnez, donde ya podrían aprovechar una corriente circular que los llevaría a Sicilia y las Baleares, y desde ahí al norte al Golfo de Rosas, o hacia el Levante y Sur de la Península Ibérica.
Otra posible ruta más al norte seguiría la denominada «ruta de las islas»: Tiro-Chipre-Asia Menor-Mar Jónico-Sicilia-Levante-Gibraltar.
En 10 etapas, se ha calculado que el viaje desde Tiro al Levante tardaría unos 35 días. Una vez en la costa española, se emplearía la navegación de cabotaje (a poca distancia de la costa, sin perderla de vista) para recorrer el litoral hacia el sur, en dirección a Gadir.
Para pasar el Estrecho de Gibraltar era necesario esperar al viento de Levante, que suele soplar en marzo, julio, agosto, septiembre y diciembre. El resto de los meses prevalecen los vientos del oeste que imposibilitan el paso del estrecho.