En su país de origen, los fenicios cultivaron olivos, viñedos y frutales, destacando las higueras, granados y palmeras datileras. También nogales, no tanto por sus frutos como por su resina. La obtención de especias, perfumes exóticos y miel está ampliamente documentado, pero por encima de todo destacó la explotación comercial de bosques de pinos y cipreses, y aprovechamiento del cedro, cuya madera sagrada se empleó para la construcción de edificios religiosos y tumbas. En la Biblia se cita que Salomón los requirió para la construcción del Primer Templo de Jerusalén.
Al ser madera rojiza, algo quebradiza, muy aromática, prácticamente incorruptible y de árboles que pueden alcanzar los dos mil años de vida se consideró que los cedros eran los árboles de los dioses.
Además, las piñas femeninas proporcionaban piñones con abundante resina que se utilizaba como aislante arquitectónico y adhesivo en la construcción naval.
Aún hoy perviven restos de los bosques de época fenicia en el Líbano y se está trabajando activamente en su conservación y la recuperación de estos bosques en el Líbano. Es de hecho uno de sus símbolos nacionales y está presente en la bandera de este país.